Son muchos los s que están descontentos, y enfadados, con Windows 11. El nuevo sistema operativo no es apto para todo el mundo, ya que rompe con muchas de las características y funciones a las que estamos acostumbrados, añade cambios estéticos y funciones modernas y, además, impide su instalación en ordenadores antiguos. Es por ello por lo que muchos s se plantean cambiar a un sistema alternativo, pero ¿realmente es tan fácil?
Cuanto más tiempo llevamos usando un sistema operativo, más nos hemos acostumbrado a él. Y el más mínimo cambio nos puede llegar a resultar molesto. No hay más que ver cómo los cambios en el menú inicio o la barra de tareas de Windows 11 generan todo tipo de quejas. Muchas veces pensamos en comprar un Mac, o dar una oportunidad a Linux. Sin embargo, no nos paramos a pensar en las implicaciones que eso conlleva.
Una interfaz totalmente diferente
Si nos molestan cambios menores en la interfaz de Windows 11, debemos tener en cuenta que tanto Linux como macOS cambian por completo la estética del sistema operativo. Tenemos un nuevo escritorio, nuevos menús, nuevas opciones, nuevas configuraciones, nuevas ventanas, nuevos atajos de teclado… absolutamente todo es diferente al cambiar de sistema operativo.
Mayor gasto (en el caso de macOS)
En el caso de que pienses en dar el salto a macOS, debes tener en cuenta que te va a tocar hacer una inversión grande. Pero, cuando decimos grande, es muy grande. Los equipos Mac son muy caros, y aun que su diseño sí es bonito y cuidado, el hardware de su interior no lo es tanto. En cuanto a rendimiento, estamos pagando un precio muy superior al de un ordenador genérico montado por piezas para Windows.
Volverás a Windows
Al final, la mayoría de la gente que se cansa de Windows y prueba otros sistemas operativos, tarde o temprano suele acabar volviendo a Windows. Y, si se había acostumbrado ya a usar algunas funciones de su otro sistema operativo, ahora toca empezar de cero otra vez. Por tanto, tenlo en cuenta, ya que, al final, tocará hacer el doble de trabajo, y dedicar un tiempo que, al final, acabará en el punto de salida.