En un principio, el programa de hojas de cálculo, Excel de Microsoft, se diseñó para trabajar con datos numéricos en la mayoría de los casos. De hecho esto es algo que se hace extensible al resto de propuestas de este tipo de otros desarrolladores.
Cuando hablamos de este tipo de soluciones ofimáticas o de productividad, nos referimos a programas que nos ayudan a tratar con todo tipo de cuentas, gestiones numéricas, contabilidad, etc. Para ello ponen a nuestra disposición todo lo necesario para poder trabajar con este formato de datos en concreto, de la mejor manera. Por tanto, al contrario de lo que sucede con otros muchos tipos de programa, al arrancar este no vemos la habitual interfaz en blanco.
Cuando ejecutamos un programa de hojas de cálculo, como sucede con el mencionado Excel que se incluye en la suite de Office, vemos una interfaz repleta de celdas rectangulares. Si es la primera que nos encontramos con algo así, lo cierto es que en principio puede parecer un tanto extraño. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, y el uso, nos damos cuenta de que es la mejor manera para trabajar con números. Esto se debe a que estos suelen ser entidades independientes que se tratan por separado, al contrario de lo que sucede, por ejemplo, en los editores de texto.
Para ello nos encontramos con un largo listado, entre los que se incluyen el número, que viene por defecto, texto, hora, moneda, porcentaje, fracción, fecha, etc. Y es que, como es fácil imaginar, el tratamiento interno por parte de Excel de cada uno de estos tipos de datos, es muy diferente, de ahí la importancia de este paso. Así no tendremos más que marcar el formato más adecuado para esa celda, y aceptar para que se lleve a cabo en cambio.